domingo, 29 de enero de 2012

Señor del alma

Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio… Hebreos 9:27
A pesar de que la justicia humana es diferente de la Divina, aun así, ella permite tener una noción del Juicio Final.
Normalmente, en la justicia humana, el acusado es detenido en una delegación a la espera del enjuiciamiento final. Después de los trámites procesales, es conducido al tribunal y allí es juzgado. Si es condenado, se lo conduce al sistema penitenciario, donde quedará preso por el tiempo determinado. Si es inocente, quedará en libertad inmediatamente.
La Justicia Divina funciona de forma similar. Comienza en la muerte. Inmediatamente después de la muerte, viene la primera etapa del juicio. El alma es liberada de la materia para ser llevada a la antesala de su destino final. Si es salva, va para el seno de Abraham; si es perdida, es llevada directamente al infierno. Pero, ¿quién las conduce a su respectivo destino? Cada persona, independientemente del sexo, edad, creencia, religión, raza, nacionalidad o clase social, pertenece a Dios o al diablo. Si se arrepintió de sus pecados y dio su alma al Señor y Salvador Jesús, en su muerte, los ángeles de Dios, en obediencia a Su mandato, vienen a buscar esa alma para conducirla al Paraíso o al seno de Abraham.
Pero, si no dedicó su alma al Señor Jesús en vida, no tendrá más chance de hacerlo después de la muerte, teniendo en cuenta que su libre albedrío es válido apenas en vida. Después de la muerte, quiera o no, su alma ya no le pertenece más. Y, debido a su rechazo u omisión ante la oferta Divina, el destino intermedio de su alma es el infierno. Y después del Juicio Final, el Lago de Fuego y Azufre por toda la eternidad. ¿Quién la llevará hasta el infierno? ¿Los ángeles de Dios? No. Estos solamente sirven al Altísimo. Los espíritus inmundos, mensajeros de Satanás, tienen autoridad para llevar esa alma directo al infierno. Nada, ni nadie, puede impedirles cumplir su tarea.

Obispo Macedo

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