miércoles, 18 de enero de 2012

El “gas” del diablo

¿Cuál fue el gas más oloroso, más podrido que usted ya olió? Sólo de recordarlo, ¿usted ya siente un ardor en las narinas y se hace una máscara? (Espero que no haya sido uno de los suyos, debajo de las sábanas…)

Ahora, multiplique aquel olor por un millón, y ¿qué resulta? Usted tiene el gas del diablo. Y si usted estuviera en un cuarto con el diablo y él soltase un gas (no sé por qué usted estaría en un cuarto con el diablo), ¿qué haría?
Usted correría fuera de ese cuarto, claro. Usted haría cualquier cosa — cualquier cosa — para no inhalar aquel perfume. Muy bien. Aquí va lo que me gustaría que hiciera de ahora en adelante: trate a la duda como si fuera un gas del diablo.
Cada vez que una duda venga a su mente, usted reaccionará como si estuviera en un cuarto con el diablo y él hubiera lanzado un gas. Usted huirá de allí — de esa duda — lo más rápido posible. La duda es una de las principales razones de los fracasos de las personas. Es lo que hace que heder sus planes y le da a sus decisiones (si es que logra tomarlas) un perfume horrible.
No se olvide de eso: duda = gas del diablo

Y le voy a decir una cosa: no es nada gracioso.

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